Artículo publicado en El Cronista Comercial (11.06.15)
Cristina dice que la pobreza en Argentina es del 5% y que la indigencia alcanza al 1,27%, si no recuerda mal. El ministro de Economía, Axel Kicillof, que ordenó discontinuar el informe de pobreza del Indec, donde constan esos datos truchos, ensaya una justificación: la presidente seguro se refirió al ‘hambre’ y no a la pobreza. Hace un mes, Kicillof había dicho que no tenía mediciones de la pobreza porque eran ‘estigmatizantes’. Pero Aníbal Fernández despeja todo camino para una retractación elegante y pisa el acelerador: confirma que la pobreza es del 5%, “como dijo la presidenta”, asegura que los niveles de pobreza actuales son más bajos que los de Alemania, porque él mismo lo corroboró con la ‘Statistisches Bundesamt’, y lamenta que el pueblo alemán esté sufriendo.
Por respeto a los lectores de esta columna, no vamos a realizar aquí una comparación de los indicadores de pobreza entre Argentina y Alemania. Por estos días Aníbal Fernández se divierte mucho cada vez que lee o escucha a algún periodista tratando de analizar seriamente sus declaraciones. Sí vale recordar que Kicillof dejó de publicar el informe de pobreza desde fines de 2013 por vergüenza propia: entre 2007 y 2013, el INDEC ajustó la canasta de pobreza con la inflación de Moreno del 9% anual, mientras los ingresos de los hogares se actualizaron con aumentos promedio del 25% anual. Una transferencia de ingresos a favor de los trabajadores única en la historia del capitalismo, que obligaría revisar los textos clásicos sobre la codicia de los empresarios, al menos los argentinos. Así de simple se explica, en la ficción del INDEC, la reducción en la pobreza del 26% -cifra previa a la intervención de Moreno- al 4,7%, el último dato oficial publicado que citó Cristina.
Apenas algo más sofisticado es Kicillof, cuando dice que la inflación este año no superará el 18%. De nuevo, la misma incoherencia de Moreno, aunque menos grosera: ¿Empresarios que otorgan aumentos salariales de casi el doble de la inflación? ¿Los empresarios argentinos serán en realidad filántropos?
Si las subas salariales le sacaran tal ventaja a los precios, el consumo debería volar. Y si ese fuera el caso, ¿por qué entonces Kicillof dice que habrá más ‘incentivos’ oficiales al consumo? ¿No serían innecesarios ante semejante recomposición del poder adquisitivo salarial?
¿Qué lleva a personas inteligentes a aseverar cualquier cosa, aún las que no resisten el menor análisis? La primera respuesta es que no pagan ningún costo político. La segunda razón -según me dijo un funcionario- es dejar en claro que el kirchnerismo es un ‘paquete cerrado’, que se acepta o se desecha: con luces y sombras, logros y fabulaciones, realidad y relato. Un mensaje para Daniel Scioli, que en más de una ocasión ensayó mostrarse como un ‘kirchnerismo blanco’, que toma las cosas que se hicieron bien y promete cambiar las que están mal. No casualmente el gobernador ordenó a sus espadas mediáticas y asesores económicos guardar silencio hasta el 20 de junio, cuando ya no haya dudas y quede registrado como precandidato presidencial por el Frente para la Victoria.
La paciencia de Scioli se explica también por el escenario económico, una vez más, favorable al candidato oficialista que armó el kirchnerismo en año electoral. Más allá de los problemas evidentes que -admiten hasta los asesores del gobernador- habrá que encarar para evitar otra devaluación y volver a crecer como en los buenos viejos tiempos: inflación, cepo al dólar, atraso cambiario, tarifas de servicios públicos, déficit fiscal, negociación con los holdouts, etc, etc.
Dante Sica, de la consultora Abeceb.com, elaboró el gráfico que acompaña esta nota en base al índice de confianza del consumidor de la Universidad Di Tella. Allí se observa que el índice no sólo se recuperó desde el piso de inicios del año pasado -tras la devaluación de enero- sino que ya se encuentra en un nivel similar al pico alcanzado en 2007 y no está muy lejos del pico de 2011, dos años de elecciones presidenciales en las que Cristina arrasó (ver infografía). Por el contrario, los valles en la confianza del consumidor, 2009 y 2013, coinciden con las derrotas del kirchnerismo en elecciones legislativas.
Fijar el dólar oficial, muy por detrás de la inflación y los salarios, y contener el paralelo con la venta de dólares autorizados por AFIP a la vez que se toma deuda (con China y los mercados) para evitar una caída de las reservas es la clave de la política económica hasta diciembre. El ancla del dólar sirvió para frenar la caída del mercado interno y recuperar el humor de los consumidores en un modelo económico agotado. Según datos de la consultora W, en 2015 el consumo de alimentos crecerá 1%, la venta de electrodomésticos 5% y la baja en autos será de ‘solo’ 7%. Bastante mejor que en 2014, cuando el consumo de alimentos se contrajo -2,2%, la venta de autos -28% y la de electrodomésticos -14%. Pero lejos del ‘escenario ideal’ de 2011: suba del PBI del 7%, incremento de venta de autos de 27%, de bienes durables del 8% y de alimentos del 2,4%. El plan K de apostar todo al consumo y después vemos está en marcha. No es relato, es la realidad.