Artículo publicado en El Cronista Comercial (17.03.15)
Por Maximiliano Montenegro (Periodista y Economista)
Hay que decirlo sin vueltas. Si se compara con el final de la Alianza, con la crisis 2001-2002, la gestión económica de Cristina ha sido exitosa. Lo mismo si la comparación se remonta a las crisis hiperinflacionarias del 89-90, aunque no sería muy original porque esto último hizo Menem durante una década para resaltar el “éxito rotundo” de su política económica.
Es muy probable que durante los próximos meses el escenario electoral se desarrolle sin el condicionante que supone para toda transición política una crisis cambiaria y financiera de la magnitud del pasado.
Sin embargo, durante todo su segundo mandato, Cristina fue responsable de la peor política económica de los últimos 12 años. Más allá de cualquier excusa o relato los resultados durante las ‘tres etapas de la economía K’ hablan por sí solos.
Durante la primera etapa, 2003-2007, se combinaron tasas chinas de crecimiento, gran creación de empleo y baja inflación. En la segunda, desde mediados de 2007 a 2011, las tasas de crecimiento fueron menores –sin considerar la recesión de 2009 forzada por la crisis financiera internacional–, reaparecieron altas tasas de inflación, y la creación de empleo privado fue escasa. El Gobierno logró compensar los efectos distributivos de la inflación (con la asignación por hijo, la moratoria previsional, la movilidad jubilatoria, las paritarias y otras políticas sociales) pero no pudo esquivar sus consecuencias macroeconómicas.
Así en la última etapa, 2012-2015, se hizo evidente el agotamiento del ‘modelo’, que hoy combina estancamiento económico (crecimiento promedio del 0,5% en el período), altísima inflación (superior al 25%) y nula creación de empleo privado.
La inflación y las pésimas decisiones de los últimos años finiquitaron algunos de los avances de la política económica postconvertibilidad.
El peso, una vez más en la historia argentina, dejó de ser reserva de valor, como contracara de la inflación acumulada en los últimos 8 años y la torpe devaluación sin plan. El dólar en los últimos 3 años subió 120% en el mercado oficial, y 160% para la cotización del ‘dólar ahorro‘ ($ 10,50), cuya demanda es un boom porque todavía se considera barato frente a un dólar paralelo –creado por el cepo cambiario– que escaló más de 200%. Sin embargo, pese a semejante devaluación nominal, el atraso cambiario es ostensible, algo verificable en la caída de las exportaciones –por segundo año consecutivo–; o en el fuerte déficit de la balanza turística –por tercer año consecutivo–, como en los tiempos de la convertibilidad. Hoy, para volver al tipo de cambio real multilateral de febrero de 2014 –es decir, a la competitividad de entonces– el dólar oficial debería ser de $ 10,30, porque desde entonces la inflación se comió la devaluación de Kicillof y Brasil agravó las cosas. Pero todo indica que en los próximos 10 meses, el atraso se profundizará por la devaluación en Brasil y por el propio ‘plan despedida’, típico de fin de ciclo: aguantar el dólar oficial como ancla, bien atrás de la inflación y los salarios, y con la ayuda de los chinos y algo de deuda colocada en el exterior, que lo arregle el que sigue.
Así que el próximo gobierno tendrá, para empezar, que recrear la confianza en el peso, frenar la inflación y recuperar la competitividad perdida, siendo que la devaluación suele ir en contra de los dos primeros objetivos. Simultáneamente, habrá que afrontar los ‘rojos de la herencia’ de Cristina: – Déficit externo de la balanza energética, por quinto año consecutivo, de unos u$s 5000 millones en 2015. – Déficit externo de la industria, que en dos sectores emblemáticos (autos y electrónica de consumo) superará este año los u$s 13.000 millones. – El déficit externo en turismo, que este año será de unos 5000 millones después de haber alcanzado un pico de casi 9000 millones en 2013. – Déficit del sector externo en general (la llamada cuenta corriente del balance de pagos), porque la soja ya no alcanza para compensar la caída de las exportaciones, el déficit energético, el rojo industrial y el agujero de divisas que provoca el turismo y los pagos de interés de la deuda. – Déficit fiscal, de unos 5 puntos del PBI, explicado en su totalidad por los subsidios a las tarifas de energía y transporte, que se cubre con la emisión en el año de unos 200.000 millones de pesos cada vez más devaluados.
El escenario internacional, con un excedente de fondos baratos en el mundo y precios agrícolas todavía elevados en términos históricos, jugará a favor para revertir la ecuación de falta de dólares y sobrante de pesos. Pero la nueva administración deberá negociar antes con los Buitres tal vez en una situación de mayor debilidad: dado que Cristina dejará la maquina de imprimir pesos fundida y el Banco Central con reservas mínimas, el próximo Gobierno necesitará cuanto antes abrir el grifo del financiamiento externo para ampliar los márgenes de maniobra.
La polarización que intentará forzar Cristina con el ‘neoliberalismo’ de la Alianza Macri – UCR, para mantenerse en el centro de la escena política, tal vez lleve a una discusión inconducente sobre el pasado antes que fijar agenda sobre el futuro. ¿Cuál debería ser la secuencia para salir de la trampa económica de la era K? ¿Cómo conseguir el consenso político y sindical para alinear dólar, apertura del cepo, precios, salarios, tarifas, cuentas públicas, para recuperar la inversión, el empleo y el crecimiento? Los equipos de Scioli, Macri y Massa ya empezaron a debatirlo.