El Gobierno dice por estas horas que la causa principal de que el "riesgo país" se mantenga en niveles elevados –hoy cerró en 782 puntos básicos– es el riesgo político que supondría para los inversores un triunfo de Cristina en 2019. Sin embargo, aún con encuestas más favorables a Macri –como la de Poliarquía, que empezó a circular en las últimas horas– el temor a que Argentina no cumpla una vez más con los vencimientos de la deuda después de diciembre de 2019 parece ir más allá que la posibilidad –todavía lejana– de un eventual regreso de Cristina.
El riesgo país es una indicador de la capacidad de repago de la deuda soberana, emitida por los gobiernos, que elabora uno de los mayores bancos de inversión del mundo, el JP Morgan, a su vez uno de los principales colocadores de ese tipo de bonos en los mercados internacionales. Para simplificarlo, es la sobre tasa de interés que debe pagar el país para endeudarse, por encima de lo que paga el Tesoro norteamericano, que es considerado "riesgo cero". Un riesgo cercano a los 800 puntos significa que el Gobierno argentino debería pagar para emitir deuda en dólares a 10 años una tasa superior al 11% anual (3% es lo que pagan los bonos del Tesoro de Estados Unidos, más otros 8 puntos extra del riesgo argentino). Con este riesgo, el costo del crédito para Argentina duplica o triplica el costo de la mayoría de los países latinoamericano, e incluso está por arriba de varios países africanos.
Por más que puede parecer muy atractivo comprar deuda del gobierno argentino que rinde semejantes tasas, no hay interesados en hacerlo. La razón obvia es que consideran que el riesgo de que esa deuda no sea pagada en el futuro es muy elevado.
Más allá del "riesgo político", Argentina enfrenta dos clases de vencimientos de deuda que despiertan dudas. Por un lado, está la deuda de corto plazo –a menos de 1 año– en dólares, las llamadas LETES, Letras del Tesoro nacional (ver cuadro). Actualmente hay un stock de más de U$S 10.000 millones. Entre diciembre y mayo, vencen U$S 9.100 millones. En el acuerdo con el FMI se supone que se logra renovar, al menos, un 60% de los vencimientos, con dólares contantes y sonantes. Es decir que ante cada vencimiento se emite una nueva Lete para recaudar al menos 6 de cada 10 dólares que vencen. Ese es un primer desafío, porque cuanto menos se refinancie –aún a tasas muy elevadas del 4,75% anual para bonos que vencen como máximo en 1 año– mayor será la cantidad de dólares de las reservas que se usarán para cumplir con esa deuda. Y menor los dólares disponibles para afrontar vencimientos después de 2019.
De hecho, desde que se cerró el nuevo acuerdo con el FMI, el Banco Central no vendió reservas para estabilizar el mercado cambiario. Es parte del acuerdo: el BCRA no debe intervenir dentro de la banda cambiaria que a fin de mes operará entre 37 y 48 pesos. Pero tras el último desembolso del FMI, a fines de octubre por U$S 5.700 millones, las reservas volvieron a caer más de 3.700 millones, el 65% del último desembolso. Esa baja de las reservas se explica por el pago de deuda en dólares del Tesoro que no es renovada.
Por eso es tan importante que ceda el riesgo país, es decir, que mejore la confianza de los inversores para volver a comprar bonos de la deuda argentina. Para no consumirse todo el préstamo del Fondo para cubrir vencimientos y encima dejar un nivel mínimo de reservas.
Si no se lograra recomponer la confianza se profundizaría un circulo vicioso: como no hay confianza, no se renueva gran parte de la deuda, y a su vez la caida de las reservas para pagar deuda en dólares enciende más alarmas entre los inversores financieros sobre la posibilidad de default después de 2019. Cualquiera sea el Gobierno.
La otra preocupación es la deuda que vence a partir de 2020, cuando ya no exista el paragua de desembolsos del FMI. El 90% de los desembolsos del Fondo llegarán antes del final de gobierno de Macri: U$S 51.100 millones. Para la próxima administración, incluso si fuera el propio Macri, quedarían en 2020 vencimientos de deuda en dólares por U$S 21.000 millones, casi lo mismo que el año próximo pero sin la ayuda del FMI si en 2019 se usara la mayor parte de los desembolsos y las reservas para pagar la deuda. En 2021, el monto de vencimientos es similar: U$S 21.500 millones. Para esos dos años, el remanente de desembolsos del FMI prácticamente se compensan con lo que hay que empezar a pagar: en 2020, queda un desembolso de 3.900 millones y hay que pagarle al Fondo 2.300 millones. En 2021, hay un último desembolso de 2.000 millones y se deben pagar 6.100 millones. El problema ya cobra otra dimensión a partir del tercer año del próximo Gobierno. En 2022, los vencimientos totales de deuda en dólares suman U$S 35.000 millones. A la deuda con el sector privado, se le suma el primer gran pago para devolver el préstamo del FMI por U$S 22.500 millones. Al año siguiente ocurre lo mismo, además de la deuda con los acreedores privados, hay que devolver otros U$S 23.600 millones del crédito stand-by.
En un contexto en el que, dada la emisión de bonos por U$S 80.000 millones en el mercado entre 2016 y 2017, los principales fondos de inversión del mundo están sobrecargados de papeles argentinos.
Si Macri no consiguiera bajar durante todo el año próximo los actuales niveles de riesgo/desconfianza y se consumiera todos los dólares del Fondo para cubrir vencimientos de deuda, ¿caería fuerte el riesgo país si Macri fuera reelecto? Nadie lo sabe. Pero si Macri se gastara todo el préstamo del Fondo, es claro que sólo un caida del riesgo país y la reapertura de los mercados de crédito evitaría alguna clase de renegociación de la deuda, aún con el propio FMI.