El Estimador Mensual de Actividad Economica (EMAE) del Indec, una aproximación a la medición del PBI, que abarca a toda la economía y se realiza de manera trimestral, se derrumbó 6,7% en junio, comparado con igual mes del año pasado. A su vez,el índice desestacionalizado respecto de mayo también cayó 1,3%. Así, el EMAE arrojó por primera vez en el acumulado del año una baja de 0,6% para el período enero-junio. El giro en el nivel de actividad fue drástico: hasta el primer trimestre la economía crecía 3,6%. De hecho en febrero llegó a crecer al 5%. Pero desde abril empezó a declinar y en los últimos dos meses registrados por el INDEC se desplomó: en mayo, cayó 5,8% y en junio el mencionado 6,7%.
En los últimos dos meses, gran parte de la caída de la economía tiene que ver con el impacto de la menor cosecha gruesa, como consecuencia de la sequía. En junio, por caso, la producción del sector agrícola se contrajo 31% respecto a igual mes del año pasado. Pero atención, también cayeron fuerte la industria manufacturera (-7,5%) y el comercio (-8,5%). Mientras que la construcción, que hasta el primer trimestre era uno de los motores del crecimiento y el año pasado llegó a expandirse a tasas superiores al 15% anual, en junio mostró la primer caida (-0,2%) que se acentuará en los próximos meses.
A futuro, en el propio Gobierno admiten que se vienen, por lo menos, dos trimestres más indicadores negativos. La pregunta es cuál será la magnitud de la recesión, que recién se inicia, teniendo en cuenta que se apagaron todos los motores que se habían encendido el año pasado: la construcción (devaluación + fin del crédito hipotecario + superajuste de la obra pública); el comercio, por el enfriamiento del consumo, tanto de bienes de consumo masivo como durables (autos, motos) debido al fuerte ajuste del salario real y el encarecimiento del crédito; la industria, que apenas se había recuperado hacia fines del año pasado y que soporta hoy tasas de interés exorbitantes y un mercado interno en recesión.
Tampoco el dólar a $31 parece ser suficiente estímulo –en un contexto en que la inflación corre arriba del 3% mensual—para generar un boom de exportaciones o del turismo interno suficiente para arrastrar al resto de la economía.
Sólo el agro podría mejorar la ecuación hacia el segundo trimestre del 2019, con una cosecha muy superior a la de este año. Pero hasta entonces la economía podría llegar a hundirse, si sigue a este ritmo, mucho más de lo que se esperaba. Algunos pronósticos ya hablan de un piso de caída de entre 2 y 3%, y una recesión que podría ser más intensa que las de 2016 y 2014. Vale recordar que el Gobierno había previsto para este año un crecimiento del PBI del 3,5%. Otro pronóstico que quedó groseramente desactualizado.
Como ocurre desde 2012, la economía volverá a caer en un año par. La “maldición de los años” pares establece que en los años pares, no electorales, se devalúa –la inflación se adelanta a los salarios—y la economía se sumerge en recesión. En cambio, en los años impares, electorales, se atrasa el dólar y se expande el consumo.
Sin embargo, hoy también existen dudas sobre cuán rápida será la recuperación el año próximo, sobre todo si no vuelve a abrirse para el país el financiamiento en los mercados de capitales. En ese caso, aunque la actividad pueda encontrar un piso en el segundo trimestre, producto de la mejor cosecha, el riesgo es que la economía se estanque en forma de “L”, hasta que vuelvan a encender los motores del consumo y de la construcción.