Con pesos o con dólares hay que monetizar la economía y bajar urgente la tasa de interés

La inflación de mayo fue del 1,5% mensual, la más baja desde 2017 (excluyendo mayo de 2020 por el impacto de la pandemia). En línea con esta desaceleración, el último REM del BCRA mostró una mejora en las expectativas inflacionarias: los analistas proyectan que la inflación cierre 2025 en 28,6% y que en los próximos 12 meses baje a 20,9%. Sin embargo, las tasas de interés del sistema financiero no han acompañado esta tendencia y se mantienen en niveles elevados, lo que genera un sobrecosto financiero que, de persistir, podría impactar negativamente sobre la economía real.

Desde que asumió Javier Milei, el programa económico se apoyó en el ancla fiscal y el ancla monetaria. Superávit fiscal y emisión cero. El combo sirvió para frenar la dinámica de precios, pero dejó a la economía seca de pesos. El ajuste en la cantidad de pesos en la economía fue muy drástico en 2024. La base monetaria llegó a equivaler solo 3% del PBI y el stock de crédito al sector privado (en pesos) tuvo un mínimo de 4,4% del PBI.

En la segunda mitad de 2024 se fueron revirtiendo estas ratios. Y comenzó a incrementarse los agregados monetarios y el crédito en pesos al sector privado.

 Actualmente, la base monetaria esta más cerca de 5% del PBI y el crédito privado es de 8,6% del PBI. La economía esta creciendo y necesita mas “remonetización” en pesos  o en dólares, pero el “Plan colchón” todavía no arranca. El riesgo es que la demanda del sector público (para renovar deuda  en moneda local) y la demanda privada compitan por los mismos pesos y terminen incrementando excesivamente el costo financiero.

Esta competencia por el financiamiento tiene un límite, para que los bancos presten necesitan depósitos y fondeo. Tanto en pesos como en dólares.

Ratio de préstamos/ depósitos

En moneda local, tras tocar un piso de 32,8% en 2024, el ratio de préstamos sobre depósitos  escaló hasta 61,8% en 2025. Esto marca una recuperación del crédito es más veloz que la captación de depósitos, tensionando la liquidez estructural del sistema. Los préstamos crecen al 210% interanual y los depósitos en pesos al 65% interanual.

En dólares, el cambio fue aún más abrupto, el ratio préstamos/depósitos pasó de 21,9% en 2023 a 49% en 2025, el nivel más alto desde 2020. Al mismo tiempo, los préstamos en dólares crecieron 144% interanual—habían saltado 238% interanual en 2024—. Mientras que los depósitos en dólares crecieron 75% en el último año gracias al blanqueo.

 Esto muestra que el sistema financiero está operando cerca de su techo de apalancamiento: sin nuevas fuentes de fondeo (ni captación local ni ingreso de dólares), difícilmente pueda expandirse el crédito sin presionar tasas de interés al alza.

Según información del BCRA, el promedio de tasa nominal anual de préstamos personales ronda el 70% anual (y termina con costo financiero total muy superior al 100%). Este costo se mantiene desde agosto de 2024 en estos números, pese al derrumbe en las expectativas de inflación de 65% en agosto de 2024 a 20,9% en mayo de 2025 –para próximos 12 meses-.

Y para empresas, ocurre algo similar, los adelantos rondan el 37% anual (de tasa nominal anual). Con una inflación proyectada en 20,9% para los próximos 12 meses. Endeudarse en pesos tiene un costo elevadísimo para en términos reales para las familias, lo cual explica además el aumento en la morosidad en los créditos personales y en tarjetas de créditas. Mientras que en empresas que compiten con importaciones con un fuerte achicamiento de márgenes, caida de demanda y disparada de costos fijos puede poner en juego su supervivencia.

La diferencia entre tasas de interés activas y las expectativas de inflación están en un récord del último tiempo.  Es decir, la nominalidad de las tasas no se redujo con la misma velocidad que la baja de la inflación, encareciendo el apalancamiento y desincentivando la inversión.

Hay un límite al endeudamiento “caro”

El impacto de las tasas reales positivas también se refleja en la evolución de la ratio de irregularidad del crédito. Si bien el sistema financiero aún muestra niveles de mora relativamente bajos, los últimos datos comienzan a señalar un deterioro incipiente.

El crédito personal —el más sensible a las tasas y al ciclo económico— pasó de un ratio de irregularidad de 3,3% en octubre de 2024 a 4,1% en marzo de 2025. En el caso de las tarjetas de crédito, el incremento fue más marcado: de 1,6% a 2,5% en el mismo período.

 Este salto refleja las dificultades crecientes de los hogares para afrontar pagos en un contexto de alta nominalidad, pérdida de poder adquisitivo y tasas de refinanciación que superan cómodamente el 100% anual.

Por su parte, los créditos con garantía prendaria, típicamente asociados a bienes durables, también mostraron un repunte (de 2,0% a 2,2%). El único segmento relativamente estable es el de los préstamos hipotecarios, donde la mora se mantuvo cerca del 1,4%.

En definitiva, la mejora en las expectativas de inflación no ha sido suficiente para alinear el costo del dinero con la nueva realidad. La economía empieza a “remonetizarse”, pero la recuperación del crédito se enfrenta a un sistema financiero que ya trabaja cerca de sus límites estructurales y a tasas reales que siguen demasiado altas.

 Sin una expansión genuina de los depósitos —en pesos o dólares— o una mayor disponibilidad de fondeo, el encarecimiento del crédito será difícil de revertir. Esto, sumado al deterioro que ya empieza a reflejarse en los indicadores de mora, eleva los riesgos para empresas y familias, y pone un techo al ritmo de expansión que puede sostenerse sin comprometer la estabilidad financiera en el corto plazo.