Algunos critican que el único objetivo de la política económica hoy sea mantener la estabilidad cambiaria, y evitar una nueva crisis si se dispara la típica dolarización electoral. Es cierto. En el propio Gobierno lo reconocen. La pregunta es: ¿hay otra alternativa en medio del programa con el FMI, la desconfianza total y una carrera presidencial en la que los propios funcionarios dicen “es Macri o es Cristina”, con un margen tan cerrado que es imposible predecir el resultado?
Tanto es así que por estas horas Dujovne y Sandleris siguen negociando con Washington la autorización para poder utilizar con mayor libertad las reservas del Banco Central o los U$S 9000 millones prestados al Tesoro para poder intervenir en el mercado cambiario si es necesario. Aunque por motivos obvios Dujovne y Sandleris lo desmienten ante bancos de inversión, esa es una prioridad: las bandas cambiarias son muy amplias, y hacia agosto, cuando se esté terminando de liquidar la cosecha, nadie quiere esperar que el dólar vuele al techo de la banda (para fines de junio definido en casi 54 pesos en el mayorista, unos 55 pesos minorista) para intentar frenar una eventual corrida, con el impacto que tendría sobre la inflación, la tasa de interés y el clima político.
De hecho, para la mesa chica de Cambiemos el anuncio de que el Banco Central o el Tesoro podrían intervenir libremente con unos U$S 10.000 millones para evitar sobresaltos del dólar dentro de la banda, como un “mensaje al mercado”, sería un complemento idea de los anuncios que se harán los próximos días de “precios cuidados”, más que nada un “mensaje a los votantes” de que el Gobierno entiende la magnitud del drama inflacionario.
La consultora Macroview armó un cuadro en el que cruza las chances de reelección de Macri, con el dólar y, en relación directa, la inflación. Como variable secundaria figura también el nivel de actividad, algo que queda en segundo plano: con inflación promedio cercana al 4% durante el primer cuatrimestre del año y tasas de interés arriba del 60%, la promesa de Dujovne a Macri de que la economía saldría de la recesión de forma rápida y vigorosa, en forma de “V” ya quedó sepultada. Por eso, ahora para el Gobierno vuelve a ser prioridad la estabilidad cambiaria, no la reactivación. Así el panorama que enfrenta el Gobierno no es complicado de entender:
— Si el dólar se dispara, y se vuelve a una nueva espiral dólar-precios, Macri PIERDE. En ese escenario, además, no hay ninguna chance de salida de la recesión en el corto plazo (ver cuadro).
— Si la inflación no baja del 3% mensual en los próximos meses, el dólar corre al mismo ritmo para evitar activar la bomba del atraso cambiario, y la tasa de interés se mantiene elevadísima para frenar la corrida, Macri igual PIERDE. En ese escenario también sería “muy poco probable” una reactivación que se perciba en el consumo y el empleo.
— La apuesta oficial es mantener la “estabilidad cambiaria” con una caída de la inflación después de mayo (si no se posterga el plan de aumento de tarifas) debajo del 2% mensual. En ese caso, si la economía dejara de caer, pero se mantuviera estancada o recuperándose muy lentamente (salida en forma de “L”) sería el escenario de “FINAL ABIERTO”. Es el escenario al que hoy apuesta como meta el Gobierno.
— Sólo si en la segunda mitad del año –siempre con la clave de una estabilidad cambiaria que no requiriera la tasa de interés astronómica y para ello es necesario que la inflación se desacelere mucho—empezaran a notarse señales de reactivación del consumo y del crédito, las chances de GANAR de Macri se potenciarían.
