En lo que va de marzo, el dólar acumula una suba de 8,8% (cerró el martes a $ 42,65 en el mayorista y $ 43,67 el minorista), mientras que la tasa de interés de referencia (de las Leliqs que el BCRA coloca a los bancos) aumentó 16,8 puntos (llegó a 67%) para tratar de frenarlo. Desde el 14 de febrero, cuando se terminó el “veranito financiero”, el dólar escaló 13% y la tasa de interés se elevó 23 puntos (del piso de 44% al 67% actual). No parece una trayectoria sostenible en el tiempo.
El Gobierno espera que, en dos semanas, a mediados de abril se empiecen a vender los U$S 60 millones diarios del préstamos del FMI al Tesoro e ingresen a pleno los dólares de la cosecha gruesa (40% superior al año pasado) para descomprimir la situación. Por ahora, el atesoramiento de dólares de los argentinos continúa en niveles muy bajos (ver acá: “la compra de dólares para atesora sigue baja: el dólar sube por otros motivos”). No hay muchos pesos sobrantes en los bolsillos para comprar dólares a 40 pesos. Sí los hay en depósitos a plazo fijo, en el sistema financiero. Por ahora, esos depósitos son retenidos por las altas tasas de interés. Pero la suba del dólar de 9% en marzo equivale a casi 3 meses de la tasa que pagan los plazos fijos (Ver acá: "los peligros del jueguito tasa-dólar").
Las tensiones cambiarias que reaparecieron a mediados de febrero, y obligaron al Banco Central a volver a subir rápidamente la tasa de interés de referencia de las Leliq (del piso del 44% el 14 de febrero al 67% actual) no se explican por un salto del atesoramiento de dólares (la fuga al dólar de los argentinos) sino por la escasez de la oferta de divisas y el desarme de carteras de inversores financieros extranjeros que habían apostado a la tasa de interés en pesos. Por eso, en el Gobierno confían que la mayor oferta de dólares con las ventas del Tesoro y la cosecha alcancen para estabilizar el mercado cambiario y mantener el dólar más calmo durante la campaña electoral.
Sin embargo, el riesgo es que se dispare la demanda de dólares por la llamada “dólarización electoral”. El problema sería si el atesoramiento saltara a U$S 2.500 mensuales (en febrero fueron sólo U$S 621 millones), un nivel de "demanda electoral" (similar al promedio mensual del año pasado): parte podría provenir de inversores que compren dólares ante el vencimientos de las Lecaps (Letras del Tesoro) en pesos, o de los propios plazos fijos. En ese caso el mercado cambiario quedaría muy justo, seguramente con el BCRA manteniendo una tasa todavía más elevada que la actual para evitar que el dólar se dispare y se desbanden las expectativas.
Si eso ocurriera, hay quienes dicen que el Gobierno debería volver a negociar con el FMI para lograr que el organismo autorice al Banco Central a vender reservas antes del techo de la banda cambiaria (hoy en 51 pesos y a fines de junio casi en 54 pesos). Si el dólar llegara a esos niveles en plena campaña electoral, el riesgo sería la espiralización de la inflación y de profundización de la crisis.
La incertidumbre es muy grande, y aún suponiendo que no hubiera ningún “cisne negro” en el escenario internacional que empeore las cosas o interno (si las encuestas mostraran un derrumbe mayor del Gobierno), todo depende de que suceda en el corto plazo con la inflación, la recesión y las expectativas de los ahorristas que por ahora renuevan sus plazos fijos en pesos. (Ver acá: "los 4 escenarios del dólar electoral").
