El resultado electoral del oficialismo modificó el clima financiero y cambiario. La victoria le dio al Gobierno margen de maniobra y algo que en la economía argentina vale oro: tiempo. Pero ese alivio no elimina la tarea pendiente de desarmar el “parche electoral” para normalizar la economía. La señal política hacia los gobernadores —más diálogo, menos confrontación— busca reforzar la gobernabilidad y estirar el horizonte de expectativas. La gran pregunta ahora es si esta nueva ventana será el punto de partida para delinear, por fin, el régimen cambiario definitivo que consolide la estabilización y siente las bases para la recuperación del crecimiento.
¿Cuáles son los próximos pasos que debería impulsar el Gobierno? Hay que definir las medidas de corto plazo, pero sobre todo establecer cuál será el régimen cambiario/monetario permanente.
Primero, están las medidas de corto plazo para desamar el “paquete de emergencia” en la previa electoral:
–Rebaja de encajes
Tras la eliminación de las LEFI en julio, el Banco Central endureció fuertemente las exigencias sobre los bancos: elevó el nivel de encajes y cambió el cálculo de mensual a diario. La estrategia apuntaba a un objetivo claro: “secar la plaza de pesos” para evitar que cualquier excedente terminara presionando al dólar. La contracara fue un mercado trabado, tasas disparadas y una volatilidad que alimentó la incertidumbre financiera . En agosto, el promedio inmovilizado llegó al 53,3% de los depósitos. Esto impactó en la dinámica del crédito privado – que había sido un motor de la economía real- principalmente en el consumo de bienes durables.
Esta semana se revirtió parte de la medida desde noviembre, el efectivo mínimo que deben inmovilizar los bancos -como respaldo de los depósitos- volverá a computarse en su totalidad de forma mensual y dejará de ser diario. Sin embargo, aún deben cumplir con al menos el 95% del encaje total requerido de forma diaria (se mantiene el 53,3%). Es decir, se trata de una flexibilización gradual, pensada para empezar a devolver liquidez y reforzar la capacidad prestable del sistema.
–Programa financiero en pesos. Volver a inyectar pesos a la economía.
Antes de las elecciones, el Tesoro operó bajo la consigna de no inyectar pesos: la incertidumbre elevaba las tasas de corto plazo, la curva en pesos se invirtió y el “rollover” de la deuda en pesos superaba sistemáticamente el 100%. Tras el resultado electoral, ese esquema cambió. Con menor percepción de riesgo, el Tesoro está colocando deuda a plazos más largos y con rendimientos más bajos. La curva empieza a normalizarse y, sobre todo, vuelve la emisión neta de pesos.
En la última licitación se reflejó claramente: contra vencimientos por $12 billones, se renovó solo el 57%, lo que implicó liberar más de $5 billones al mercado. El objetivo ahora es opuesto al de la campaña: recomponer liquidez, bajar tasas y acompañar la recuperación de la demanda de pesos y reactivar la economía.
-Puente de dólares hasta fin de año vía emisión de deuda de empresas y provincias:
El tercer componente es el puente financiero en dólares. La mejora en el humor del mercado y la baja del riesgo país hacia la zona de 600 puntos reabren una ventana para que empresas —principalmente bancos y energéticas— y provincias como CABA, Santa Fe y Neuquén vuelvan gradualmente al mercado internacional.
Vale señalar que, en los primeros 7 meses de 2025, se emitieron Obligaciones Negociables por U$S 8.000 millones de dólares.
No se trata de una lluvia de capitales, pero sí de un flujo suficiente para aportar dólares financieros durante las próximas semanas, antes del ingreso de la cosecha fina del trigo. Ese financiamiento externo privado podría ser aprovechado por el Tesoro Nacional para comprar divisas “en bloques” y enviar una señal: hay voluntad de acumular dólares y asegurar los vencimientos en moneda dura.
Medias de mediano plazo
Para cumplir con el programa financiero en dólares la clave pasa por el proceso de acumulación de reservas.
Sin dólares en el BCRA, es muy difícil consolidar el proceso de estabilización. En esa línea, el vicepresidente del Central, Vladimir Werning, ya dejó una pista relevante: si la demanda de pesos —duramente castigada durante el período electoral— comienza a recomponerse, la autoridad monetaria podría volver a comprar divisas en el mercado y emitir pesos sin esterilizar. En otras palabras, una remonetización gradual de la economía apalancada en la acumulación de reservas.
El presidente Milei, al respecto, afirmó que “en la medida que nosotros monitoreamos la demanda de dinero, miramos la inflación, la inflación esperada, el crecimiento económico y los activos financieros, el Banco Central puede empezar a considerar monetizar la economía comprando dólares”. El desafío es calibrar esa expansión monetaria para que acompañe la recuperación sin reavivar “tensiones nominales”.
Régimen Cambiario (final)
Por último, hasta diciembre es probable que se continúe con el régimen cambiario actual. En diciembre hay un incremento estacional de la demanda de pesos, por el pago del aguilado, vacaciones y obligaciones en pesos de las empresas.
Sin embargo, si la cotización del dólar se estabilizara a solo 3%-4% del “techo de la banda”, reaparecerían dudas sobre si es posible que el esquema pueda amortiguar un shock interno/externo . Además si no se modifica el nivel del techo de la banda y continua indexado a un ritmo de 1%, con una inflación que esta “viajando” mas cerca de 2%, el techo de la banda forzaría una apareciación real del tipo de cambio. Así, para el arranque del 2026 puede lucir poco sostenible y necesitar un reseteo o cambio de la indexación del techo de la banda.
En resumen, el Gobierno ganó aire con la elección y lo usará para desarmar medidas transitorias anti-crisis impuestas durante la campaña electoral, mientras avanza en la normalización macro. Pero el margen no es infinito: acumular reservas, recomponer la demanda de pesos y definir el régimen cambiario definitivo son etapas ineludibles. Y nada de eso camina solo: la señal de gobernabilidad con el Congreso y los gobernadores será decisiva para sostener el rumbo.






