Pese a las negociaciones entre funcionarios que llegan y se van, el presidente electo y la presidenta saliente mantienen sus diferencias. Cristina insiste en entregarle la banda y el bastón en el Congreso, pero Mauricio quiere que se cumpla lo que marca la tradición: el traspaso debe hacerse en Casa Rosada.
Por eso, Cristina pegó el portazo y avisó con un tono melodramático que no concurrirá al cambio de mando. Envió a Oscar Parrilli a decir que el país estará doce horas acéfalo y comparó la situación con un golpe de Estado.
La presidenta saliente atraviesa sus últimas horas en el poder con dos tareas: firmar designaciones de nuevos empleados y preparar su regreso a Río Gallegos. Desde el macrismo, también se muestran inflexibles, pero igualmente la mandataria saliente tendrá una silla reservada junto a otros ex presidentes argentinos como Fernando De la Rúa, Eduardo Duhalde, y si llega desde España, María Estela Martínez de Perón.
La disputa estará en las calles y en el Congreso. La mayor parte del kirchnerismo aceptó despedir a Cristina el miércoles con un acto en Casa Rosada y dejar el 10 de diciembre para que el presidente electo tenga su fiesta en Plaza de Mayo. Sin embargo, la tensión se concentrará el jueves en el Congreso, a donde se movilizarán los partidos del oficialismo y la oposición.
La preocupación de Macri estará en los palcos del Congreso, donde La Cámpora suele imponerse con cantos a favor de su conductora.
¿Qué pasará en el parlamento el día que concluya el ciclo de doce años de kirchnerismo en el poder?
