La estabilidad cambiaria depende de ahora en más del ingreso de dólares financieros

Desde junio de 2024, la cuenta corriente dejó de ser superavitaria (acumula un rojo de U$S 12.300 millones hasta abril de 2025) . En ese contexto, el extraordinario blanqueo de capitales iniciado en agosto pasado y el impulso al crédito en dólares ofrecieron un alivio transitorio, que permitió sostener la estabilidad cambiaria. Sin embargo, ese colchón se agotó y el equipo económico aceleró el acuerdo con el FMI con un desembolso inicial de U$S 13.500 millones, incluyendo organismos internacionales. Con un esquema de libre flotación entre bandas, la estabilidad cambiaria queda atada al  ingreso de dólares por la cuenta capital. Colocaciones de deuda, dólares del colchón  o inversión extranjera directa, que por ahora no llegan pese a la promesa del RIGI.

Desde mediados 2024, el Gobierno viene consiguiendo “puentes” de dólares que le permiten continuar con el esquema económico sin tener sobresaltos en lo cambiario. Desde entonces, la cuenta corriente cambiaria dejó de ser positiva y acumulo desde ese momento un rojo de U$S 12.300 millones.

El blanqueo de capitales habilitó un aporte extraordinario de financiamiento -entre agosto y noviembre- que permitió un incremento en el stock de los depósitos en dólares de U$S18.000 a U$S 35.000. Así, se generó un circulo virtuoso: los depósitos en dólares permitieron casi triplicar el stock de crédito en dólares. Y bajo el esquema del crawling y el cepo, esos préstamos en dólares de prefinanciación de exportaciones terminaba incrementando las reservas del BCRA.

Entre enero y febrero de 2025 se fue deteriorando la dinámica y ya en marzo el esquema del crawling-peg al 1% mensual se volvió insostenible. En ese momento, vino al rescagte el acuerdo con el FMI. Con un cambio no menor, un esquema de flotación entre bandas cambiarias. Y un fuerte ingreso de liquidez en dólares – más de U$S 12.000 millones vía FMI y otros U$S 1.500 millones de organismos internacionales.

La contracara de la cuenta corriente en rojo, fue una cuenta financiera que entre agosto de 2024 y marzo de 2025 acumuló un ingreso neto de U$S 7.100 millones y en abril U$S 14.000 millones producto del acuerdo con el FMI y los prestamos de organismos internacionales.

Según el último informe del balance cambiario del Banco Central, en abril la cuenta de bienes y servicios (cobro de exportaciones menos pago de importaciones de bienes, más el saldo de la cuenta de servicios reales –turismo, etc.) se mantuvo prácticamente equilibrada. Pero al restar los pagos de intereses de la deuda la cuenta corriente se vuelve negativa. En los meses de mayor oferta de agro-dólares del año. Sólo en mayo la liquidación informada por CIARA (Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina) fue de U$S 3.050 millones de dólares. Los primeros días de junio también muestran un récord de liquidación de dólares de las cerealeras, con un promedio diario superior a los U$S 200 millones y con picos cercanos a los U$S 290 millones.

Bajo este contexto, necesariamente en los próximos meses el balance cambiario debería reflejar un adicional ingreso vía cuenta financiera para evitar un impacto en las reservas internacionales o que el dólar oficial se acerque al techo de la banda cambiaria.

En julio, cuando concluya la rebaja transitoria de retenciones y se restauren las alícuotas de 33% para la soja, el ritmo de liquidación de agro-dólares inexorablemente disminuirá. Por otra parte, durante las vacaciones de invierno se espera un deterioro mayor en el déficit por el turismo de argentinos en el extranjero (y gastos con tarjeta en el exterior), probablemente volviendo a superar en julio los U$S 1.000 millones en el mes. Por último, es esperable que se “achique” el superávit energético por una cuestión estacional que se conjuga con precios internacionales de la energía más bajos.

¿De dónde pueden salir los dólares financieros?

En este contexto, los dólares financieros que pueden sostener el esquema cambiario provienen principalmente de cuatro fuentes:

Deuda privada: Empresas que buscan financiamiento externo para inversión o refinanciación.

Deuda en pesos (soberana) suscribible en dólares: Instrumentos como el Bonte 2030 permiten que inversores del sector privado usen sus dólares para suscribir deuda en pesos, inyectando así divisas al sistema.

Inversión extranjera directa (IED): Promocionada a través del Régimen de Inversiones (RIGI), pero con una llegada muy lenta y limitada de dólares hasta el momento. Los anuncios no se traducen aún en una liquidación significativa de divisas. Las restricciones cambiarias para empresas continua operando al igual que la restricción cruzada entre dólar oficial y dólares financieros.

Dólares del “colchón”: Dólares fuera del sistema formal que el gobierno intentan que se vuelque especialmente a operaciones de compra de bienes durables, como autos. Y que estos dólares permitan la “remonetización” de la economía en dólares, incrementando el nivel de depósitos y el crédito en moneda extranjera.

El “Plan colchón” tampoco logró hasta ahora un impulso fuerte. Los datos oficiales marcan que desde el anuncio el 22 de mayo pasado el stock de depósitos en dólares incluso cayó en U$S 430 millones. Los dólares por ahora no salen del colchón sino que siguen buscándolo como refugio.

La opción directa sobre la que avanzará el Gobierno es la colocación de deuda en pesos suscribible con dólares —como el Bonte 2030 por U$S 1.000 millones—, que permite captar fondeo de no residentes. Pero el margen no es ilimitado. Al igual que un REPO con un grupo de bancos privados que podría aportar otros U$S 2.000 millones De fondo, el riesgo país de Argentina esta más cerca de los 700 puntos y no será fácil avanzar colocaciones importantes en volumen con estos niveles de sobretasa de interés, por encima de lo que pagan los Bonos del Tesoro de los Estados Unidos, en un mundo con tasas todavía muy elevadas.

La actual estrategia económica dejó atrás el cepo, pero está atada a la capacidad de conseguir dólares en el mercado financiero interno y externo. Con la cuenta corriente en déficit y el agotamiento del colchón que aportaba el blanqueo y el crédito en dólares, el esquema depende de flujos que hoy muestran limitaciones claras. La deuda en pesos con cobertura en dólares tiene un “techo” , y el plan colchón no logró por ahora destrabar que ingresen nuevos dólares al sistema bancario. En este escenario, la vulnerabilidad cambiaria persiste y cualquier freno o desaceleración en la llegada de dólares financieros podría traducirse en presión sobre el dólar oficial y tensiones en el nuevo esquema cambiario.