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  A esta altura ya nadie discute que Argentina fue golpeada más que cualquier otro país en el mundo por el cambio del escenario internacional, con la salida de capitales de los "países emergentes" debido el inicio de la suba de tasas de interés en Estados Unidos. En ningún otro país el dólar subió tanto en lo que va del año, ni perdió U$S 12.000 millones de las reservas del Banco Central –lo que precipitó también el despido del titular de la entidad– y que se conozca el Gobierno argentino es el único que firmó un acuerdo de urgencia con el Fondo Monetario para ahuyentar los fantasmas de un nuevo default de la deuda.

   Pero aún así es interesante precisar los datos. Entre noviembre de 2017 y fines de junio, el dólar aumentó en Argentina más de 65% (ver cuadro). Mientras que el llamado “riesgo país” –es decir, la sobretasa de interés que pagan los países por encima de los bonos del Tesoro norteamericano, que representan “riesgo cero”—pasó de 360 puntos básicos a alrededor de 600 puntos (el viernes ese indicador cerró en 569 puntos, gracias a una baja en los últimos dos días por el repunte de los bonos). Dicho de otro modo: suponiendo que emitiera deuda en los mercados de capitales, el costo para el Estado argentino pasó de 3,6 puntos a 6 puntos adicionales sobre la tasa que paga el Tesoro norteamericano para los bonos a 10 años.

   Ningún otro país de los llamados “emergentes” sufrió semejante devaluación y disparada del “riesgo país”. En Brasil, la suba del dólar fue del 18% en el período, en Turquía del 17% y en México del 7%. En otros países de la región, como Colombia, el dólar casi no se movió. Mientras que el riesgo país de Argentina salto alrededor de un 60% respecto del valor del viernes (y casi 70% si se toma el pico de fines de junio), en el el resto de los países emergentes el aumento fue en promedio del 19%.

   La vulnerabilidad de la economía argentina es mucho mayor, y eso es lo que perciben los inversores financieros, por dos motivos que la distinguen negativamente del resto de la región. En primer lugar, el alto grado de dolarización de la economía (en el último año la compra de dólares para atesorar rondó los U$S 20.000 millones), junto con el rápido traslado a precios de las subas en el tipo de cambio. En segundo lugar, si bien otros países de la región muestran también un elevado déficit fiscal, ninguno depende tanto de la emisión de deuda en dólares para financiarlo, dada la desconfianza en el peso y lo reducido del mercado de capitales local. Por caso, Brasil tiene un déficit fiscal total –incluidos intereses de la deuda– de 8 puntos del PBI (frente a la meta de 5,1% de gobierno de Macri para este año). Sin embargo, el 90% del déficit brasileño se financia con la emisión de deuda en reales en el mercado local. Por eso, entre 2016 y 2018, el Tesoro argentino emitió deuda en dólares en los mercados internacionales por U$S 60.000 millones mientras que el Gobierno brasileño lo hizo por sólo U$S 9.500 millones.