Artículo publicado en Clarín, el 15.03.15.
Por Eleonora Gosman
La joven Elizete Gomes, de 25 años, vive en la zona este de la capital paulista, una región de clase media baja que ahora cuenta con un monumento propio: el estadio mundialista Itaquerao. Con su inauguración, en la Copa, los vecinos creyeron que habían entrado en la modernidad. Pero la muchacha, ayudante de peluquería, afirma que poco fue lo que cambió.
Ella teme ahora por la permanencia de su empleo: “En enero y febrero estuvo todo parado. Pero creo que todavía no vino lo peor”. Le preocupa que desaparezca la clientela a medida que avanza la crisis: “Puede suceder que no sea posible mantener este salón”. Para ella, la culpa recae en forma directa sobre la presidenta Dilma Rousseff, a quien acusa de “llevar el país al desastre”.
En el estamento superior de la clase media, con título universitario y situación holgada, el ingeniero Marco Sionek no se muestra optimista: “Este año va a ser muy duro y no sabemos si habrá alguna mejora en 2016”. Su área es la venta de equipos de alta tecnología médica, un ámbito sensible al tijeretazo de los gastos del fisco. Aun así no vacila en defender a Rousseff: “Prefiero a Dilma. Con ella es difícil pero con Aécio Neves (ex candidato opositor del PSDB) sería imposible”.
Los temores movilizan a los brasileños, incluidos aquellos que endorsan la continuidad presidencial. Las 40.000 personas que el viernes desfilaron por la avenida Paulista, corazón financiero del país, quieren ver a Rousseff en el poder. Pero también expresaron su rechazo al plan de ajuste vigente, negociado por el Partido de los Trabajadores con los grandes bancos del país. En épocas de vacas flacas, los recortes de gastos no hacen más que corroer la capacidad adquisitiva de amplias capas sociales, en especial la de las clases medias más bajas.
En una investigación minuciosa, el profesor Waldir Quadros, de la Universidad de Campinas (en el estado paulista), advirtió sobre la inversión de la curva positiva iniciada en 2003 cuando asumió Luis Inacio Lula da Silva. Su estudio, en base a datos de la Pesquisa Nacional de Muestras por Domicilio (PNAD), lo llevó a concluir: “La movilidad social avanzó en los dos primeros años del gobierno de Dilma, a pesar de los bajos índices de crecimiento económico. En cambio, a partir de 2013, se revela un escenario totalmente distinto y preocupante: se interrumpe un ciclo de mejoras iniciadas en 2004 para empeorar en forma significativa”.
El experto, doctor en ciencias económicas, aporta gráficos reveladores: * Hubo una reducción de 4% de las clases medias altas. * Una baja todavía mayor, de 8%, en la clase media-media. * Aumenta, en cambio, la clase media baja; obedece en gran medida a quienes salieron del segmento superior para “caer varios pisos”. * El grueso de la población brasileña (casi 59%), que se ubica precisamente en las capas medias, es la que sufre el mayor deterioro.
Al renunciar a la calidad de vida conquistada en los años anteriores, como por ejemplo los planes de salud prepagos, se genera una inevitable desilusión sobre su futuro, con Dilma o sin ella. A pesar de ser reciente, el análisis de Quadros aporta una nueva luz para entender el origen de la ola manifestaciones ocurridas en Brasil en junio y julio de 2013, y que continuó en menor escala en mayo de 2014, en vísperas del Mundial de Fútbol.
Marcio Pochmann, un gaúcho doctorado también en ciencias económicas en la Unicamp (Universidad de Campinas), tiene un análisis diferente. Parte de 1994, cuando el ex presidente Itamar Franco impuso el Plan Real, que fue la antesala de la victoria del también ex presidente Fernando Henrique Cardoso en 1995. Para este economista, “se advierten dos períodos distintos, en términos de acomodación social”. Hasta 2003 considerados los ingresos “la mayor parte de los sectores sociales perdían”. En cambio, desde 2004 en adelante “prácticamente todos los sectores registraron una mejora simultánea, por disminución del desempleo y la elevación del poder adquisitivo”. Agrega, también con datos del IBGE, “entre 1995 y 2002 solo 50% de la población conseguía mantener su rendimiento por encima de la inflación”.
Esos años de gobierno de Lula y de Rousseff implicaron subir de escala al 50% más pobre de la población (5,8%), con beneficios también para las capas medias y los ricos. Por eso, sostiene el economista, no habría tal polarización social, argumento que según dice pretendería justificar las movilizaciones de la oposición contra Dilma. Hoy domingo después de las de centro izquierda del viernes que cuestionaron el ajuste pero defendieron a Rousseff, habrá nuevas marchas convocadas por la oposición al gobierno y esas clases medias críticas que incluyen sectores extremistas pero minoritarios que piden “Afuera Dilma ya”, es decir un impeachment que saque a la presidente debido a la corrupción y la desilusión de la economía.