Artículo publicado en el diario La Nación, el 13.03.15
Por Carlos Pagni
Algo raro debe estar pasando en la política argentina para que la reunión de la Convención Nacional de la UCR, que sesionará mañana en Gualeguaychú, prometa tanta audiencia como Bailando por un sueño. Pero tiene su lógica: el resultado de ese encuentro encierra claves determinantes del proceso electoral.
En Gualeguaychú los radicales definirán su candidato a presidente y, muy probablemente, sus alianzas para las primarias de agosto. Según cómo salden estas discusiones se sabrá si el Frente para la Victoria conserva alguna chance de retener el poder sin necesidad de ballottage. Se vislumbrará también quién enfrentará a esa fuerza en una eventual segunda vuelta.
Además, se despejará una incógnita importantísima: si la Argentina recuperará un mínimo equilibrio de poder o si consolidará una nueva hegemonía peronista. Dicho de otro modo: de cómo el radicalismo resuelva su debate dependerá que la oposición consiga ofrecer una alternativa, o mantener ese estado de fragmentación sin el cual el kirchnerismo no hubiera disfrutado de un predominio abrumador.
A la luz de la experiencia de los últimos 14 años, el ritual de mañana será un fenómeno extrañísimo. Reaparece una especie a la que se suponía en vías de extinción: el partido político. Durante el ciclo que se inauguró en el año 2001, el peronismo había tenido frente a sí a navegantes solitarios: de López Murphy a Carrió, de De Narváez a Binner.
Esas individualidades se recortaron sobre el paisaje de un colapso: el derrumbe de la UCR. Las ruinas radicales explican el ascenso, pero también la impotencia de esos astros. Es el drama al que se enfrentan Mauricio Macri y Sergio Massa. Ellos pueden ser productos más o menos seductores, pero están condenados al fracaso si no encuentran una red de distribución de alcance nacional. Por eso Macri y Massa ven en la sobreviviente estructura de la UCR la tabla de salvación de sus candidaturas. El politólogo Andrés Malamud extrajo de este problema una ley de hierro: el ensayo de una tercera vía al antiguo bipartidismo se estrella contra la necesidad de una organización territorial. Según Malamud, “el peronismo y el radicalismo siguen siendo los patovicas parados en la puerta de la política nacional”. La lección alcanza también a Daniel Scioli. El destino de esa celebridad del qualunquismo depende de que Cristina Kirchner le permita competir en el PJ. En la asamblea radical habrá tres alternativas: sellar una alianza con Massa; mantener la asociación con el socialismo en el Frente Amplio-UNEN, o pactar con Macri y su Pro.
El abanderado de la primera opción es el jujeño Gerardo Morales. Caudillo del Norte, Morales ve en Massa una llave para ingresar en el electorado peronista de su provincia, sin el cual le estaría vedada la gobernación. Morales es consciente de que ese beneficio es demasiado mezquino para justificar una sociedad de alcance nacional. Por eso alienta una coalición amplia, que incluya a Massa, pero también a Macri. Es un falso programa. Macri ya rechazó un frente con Massa.
La propuesta de Morales presenta dificultades referidas al pasado, al presente y al futuro. Para muchos radicales, sumarse a Massa significa renunciar a una revisión implacable de la experiencia kirchnerista, con la que las principales figuras del Frente Renovador estuvieron involucradas. También hay limitaciones de posición electoral. En Chubut, por ejemplo, ¿Mario Cimadevilla debería compartir las primarias con Mario Das Neves, su principal rival? El mismo problema aparece en Córdoba si Massa suma a José Manuel de la Sota.
Sin embargo, el obstáculo principal de un entendimiento con Massa tiene que ver con el futuro. ¿Qué sucedería con el radicalismo si el líder bonaerense conquista la Presidencia y reunifica bajo su mando a todo el peronismo? Massa gobernaría con dos tercios del Congreso. Su poder sería superior al que conocieron los Kirchner. La disputa general puede ser vista, entonces, de otro modo: Massa no encabezaría una alternativa al peronismo, sino que estaría disputando el control de esa fuerza con el kirchnerismo. Si se impone, los que se negaron a ser “radicales K” terminarían siendo “radicales M”. Quienes en la UCR leen la relación con Massa como un momento de la peripecia peronista citan a Netanyahu: “El enemigo de mi enemigo es mi enemigo”. Massa ratificó estas prevenciones: en los últimos días, intervino de manera tan audaz en la interna radical que incrementó la cautela de quienes temen dotarlo de poder. Un ejemplo: en la UCR es vox pópuli que se sirvió de su amigo, el rector Diego Molea, para torcer la voluntad de un convencional que trabaja en la Universidad de Lomas de Zamora.
La segunda receta, mantener al radicalismo dentro de los límites del FA-UNEN, está representada por Julio Cobos y Ricardo Alfonsín. También tiene dificultades. Una de ellas es que quienes se ofrecen como custodios de la identidad partidaria se han permitido algunas herejías. Cobos apoya la integración con Pro en Mendoza. Y Alfonsín se asoció con De Narváez en 2011. Son inconsecuencias triviales frente al problema principal: el aislamiento radical puede ser la garantía definitiva de un triunfo kirchnerista. En una dinámica polarizada, como la actual, esa derivación es muy poco atractiva para el electorado de la UCR. Las encuestas revelan que si Cobos no se postulara, sus seguidores se volcarían a Macri. Todo el proceso está determinado por esa física: si el FA-UNEN no surge de las primarias como la segunda fuerza nacional, gran parte de sus votantes irá detrás del que ocupó ese puesto y asegura más la derrota del Gobierno.
Hay innumerables indicios de que Cristina Kirchner necesita que en Gualeguaychú se imponga la adscripción al FA-UNEN. El más inesperado es que redescubrió al réprobo Cobos, a cuyas declaraciones la agencia Télam dedica varios cables por día. En Misiones, el gobernador Maurice Closs habría sumado a Cobos dos convencionales. La presión sobre el gobernador correntino, Ricardo Colombi, es irresistible. Y en la provincia de Buenos Aires, muchos delegados han recibido llamadas de parte de Leopoldo Moreau, para resguardar la idiosincrasia del partido. Curiosa pretensión: Moreau fundó otra fuerza, el Movimiento Nacional Alfonsinista, para participar de las listas del Gobierno.
Los tironeos impiden un pronóstico. Pero hasta anoche la posición dominante en la UCR era la de autorizar una alianza con Macri. Ernesto Sanz, el jefe del partido, propondrá acordar listas en todos los distritos y competir en las primarias a nivel presidencial. Sanz pretende enfrentar a Macri. El atractivo que ejerce esta hoja de ruta sobre muchos radicales es que la asociación con Macri tiene posibilidades de triunfar. Además, la atrofia organizativa de Pro potencia a la UCR: los macristas Emilio Monzó, Rogelio Frigerio y Diego Santilli negocian con Federico Storani, Facundo Suárez Lastra y Walter Ceballos posiciones que hacen que los radicales fantaseen con la resurrección partidaria.
Además, la UCR y Pro ya confluyeron en Mendoza, Córdoba, Neuquén, Entre Ríos, Misiones, Catamarca, San Luis y Chubut, y hay conversaciones en Chaco, Corrientes y Río Negro. En la base de esta coincidencia opera una metamorfosis: Macri se ha ido corriendo al centro y la UCR de Sanz, Cobos o Morales está lejos de ser “el changuicacerismo que camina por América latina”. Como Cristina y Massa, Macri no sólo intenta influir en la convención. Además, inició una jugada microscópica, pero decisiva: postuló como gobernadora de Jujuy a Jimena Zelaya, una folklorista que puede frustrar la carrera de Morales con sólo conseguir un 10% de los votos. El senador busca en estas horas un contacto con Macri. Es un riesgo para Massa. Aliados suyos como De Narváez, De la Torre, Cariglino o Peirano están pendientes de lo que pasa en Entre Ríos: si la UCR se inclina por Macri, la dispersión del Frente Renovador se agudizaría. El acoplamiento entre la UCR y Pro representa hoy al 38% del electorado. Es lógico que el Gobierno quiera impedirlo. Si se produce, sus candidatos deberán descartar la estrategia de ganar en primera vuelta gracias a la fragmentación opositora. Habría ballottage. Ésta es la razón por la cual Sanz le dijo a Cobos: “Con tu posición aislacionista, le estás entregando el país al kirchnerismo”. El nerviosismo oficial es ostensible. Se expresa en los medios de Sergio Szpolski, canal habitual de las campañas de la ex SIDE, que vapulean a Sanz en estos días.
La decisión de las alianzas resolverá las postulaciones: ¿cómo haría Cobos para participar de una combinación con el macrismo después de haberla rechazado? Muchos radicales apuestan a que la convención consagre a Sanz como único candidato. Si ese desenlace se verificara, Gualeguaychú sería para la UCR el punto de partida de una nueva peripecia: la reinvención de esa organización aletargada, después del largo ciclo alfonsinista..