Cada vez es más habitual que las tarjetas de crédito ofrezcan acumular millaje de compañías aéreas. Así el cliente gastador tiene su recompensa y pueda disfrutar de pasajes "gratis" por el país y el mundo.
Pero ¿quién paga la cuenta de esos viajes a Chile, Miami y hasta alguna paradisíaca isla del Caribe? ¿El banco emisor de la tarjeta? ¿La Aerolínea? ¿O el propio cliente sin darse cuenta?
El Economista te lo resuelve…
El caso de los pasajes gratis es un típico ejemplo una negociación con información asimétrica.
Para los usuarios los pasajes en avión valen MUCHO.
También valen MUCHO para los bancos. Son una excelente estrategia para fidelizar clientes. A quienes después cobrarles comisiones de toda clase (mantenimiento de cuentas, renovación de tarjetas, transferencias, extracciones); y ofrecerles diferentes productos: seguros, créditos, depósitos e inversiones financieras.
Sin embargo, para las compañías aéreas el costo de los boletos ofrecidos con millas es cercano a CERO.
Todas las aerolíneas tienen en promedio un 18% de butacas vacías en sus aviones. Y como los aviones despegan lo mismo, en lugar de liquidarlos a precios de ganga a último momento y correr el riesgo de enojar a los clientes que pagaron mucho más caro, las empresas deben encontrar la forma de darle algún valor a esos tickets que no valen NADA.
.La mejor solución a este problema es negociar esos "tickets gratis" con los bancos a cambio de 12 o 24 cuotas sin interés para impulsar, frente a la competencia, las ventas de sus pasajes.
Y felices los tres: la aerolínea, el banco y el cliente… Al menos hasta que llega el resumen de la tarjeta de crédito al regreso del viaje.
