Esta economía no genera una mínima parte de los dólares necesarios para garantizar la estabilidad financiera. Cuando la gente compra dólares es fuga de capitales porque el dinero empleado para comprarlos no va al consumo y no hace crecer la economía local, ya que se va como dólar turista. Lo más complicado es trasladarlo a la economía real porque ese dinero queda atesorado. Así, este factor se convierte en la mayor expectativa del próximo gobierno porque si logra generar la confianza suficiente para que vuelvan esos dólares, podría mitigar cualquier adecuación cambiaria.
A esto se suma la devaluación en China, que ronda el 5%. Argentina importa de China el doble de lo que exporta, con lo cual nuestra balanza comercial también va a ser afectada por la competitividad de nuestros productos allí.
Argentina con respecto a otros países de América del Sur, se ha encarecido casi un 9% en dólares porque si bien hubo una devaluación en enero del año pasado, siempre corrió por detrás de una inflación que este año está alrededor del 25%.
¿Cómo hacemos para volver a un modelo productivo sin devaluar, sabiendo que hacerlo en estas condiciones sería un desastre? Significaría una disparada de la inflación y de la desconfianza en el próximo gobierno. Ése es el dilema de hoy de la economía argentina.
